martes, 7 de octubre de 2025

Fabián O’Neill: el genio roto del fútbol uruguayo que enamoró a Zidane y perdió contra el alcohol

 En los noventa y principios de los 2000, Uruguay tuvo en su mediocampo a un futbolista con la fuerza de un toro y la astucia de un mago.

Fabián O’Neill era capaz de hacer enloquecer con tres caños al mismísimo Gennaro Gattuso solo por una apuesta, o de clavar un tiro libre cuando todos esperaban un centro. Era el tipo de jugador que no necesitaba correr para dominar el juego: lo hacía con una mirada, un toque de primera, un pase imposible.

Pero detrás de esa genialidad había un tormento silencioso que lo acompañó hasta el final: el alcohol.

Fabián O’Neill

De Paso de los Toros al cielo del fútbol

Fabián O’Neill nació en Paso de los Toros, un pueblo del interior uruguayo donde la pelota era más que un juego: era una manera de soñar. Desde muy chico mostró una habilidad fuera de lo común. A los 14 años ya deslumbraba en el Club Defensor de Paso de los Toros, y poco después fue fichado por Nacional de Montevideo.

Con apenas 16 años debutó en Primera División, y su talento no tardó en llamar la atención. No era un futbolista más: era un artista que jugaba con una sonrisa, como si el fútbol fuera una extensión de su imaginación.

Su paso por Nacional fue meteórico. Los ojeadores europeos no tardaron en ponerle el ojo, y el Cagliari de Italia apostó por él. Fue el inicio de un sueño... y también del principio del fin.

Italia y la consagración: el mago del Cagliari

En Cagliari, O’Neill se convirtió en ídolo. Su elegancia, su precisión milimétrica y su imprevisibilidad hicieron que los hinchas lo adoptaran como propio. Los periodistas italianos lo apodaron “El Maradona de Paso de los Toros”, y con razón: tenía la picardía sudamericana y una técnica que parecía europea.

La Juventus, impresionada por su talento, pagó 15 millones de dólares para ficharlo. En ese vestuario compartió equipo con figuras como Zinedine Zidane, quien solía bromear:

“¿Por qué me piden autógrafos a mí, si el mejor es O’Neill?”.

Sin embargo, el fútbol de élite exige más que talento. Y O’Neill tenía un enemigo que lo perseguía desde la adolescencia: las noches.

El precio del exceso

En Italia, el joven uruguayo disfrutaba de la vida sin límites. Las fiestas, el alcohol, los amigos, los caballos... todo era parte de su rutina. Lo que para muchos era un lujo, para él se volvió una trampa.

Los entrenadores lo esperaban con paciencia, pero las resacas y las lesiones comenzaron a volverse más frecuentes que los goles.

Después de su paso por Cagliari, Juventus y Perugia, regresó a Uruguay. Tenía apenas 29 años. Se retiró del fútbol profesional y volvió a su pueblo, donde todos lo recordaban como “el gurí que había llegado a la Serie A”.

El millonario solidario

De vuelta en Paso de los Toros, O’Neill hizo lo que pocos harían con una fortuna. Repartía dinero entre los vecinos para que pudieran pagar la luz o el gas. En Navidad compraba 50 corderos para que las familias más humildes pudieran celebrar.

Regaló casas, autos, camionetas. Se calcula que llegó a ganar unos 14 millones de dólares, pero nunca aprendió a retenerlos. No porque fuera derrochador, sino porque tenía un corazón demasiado grande.

Sin embargo, el alcohol siguió marcando su destino. Perdió gran parte de su dinero en divorcios, malas inversiones y noches sin final.

“Hasta la última gota”: su confesión más cruda

En 2013, O’Neill publicó su biografía titulada “Hasta la última gota”, un libro tan sincero como doloroso. Allí reveló que sus padres lo abandonaron cuando tenía apenas ocho meses, y que fue criado por su abuela y sus tíos.

Esa herida lo acompañó toda su vida. En una de las escenas más conmovedoras de su historia, su esposa contó que una noche lo encontró llorando, preguntándose:

“¿Por qué mi mamá me abandonó a mí y no a mis otros tres hermanos?”.

Esa soledad fue, quizás, el verdadero rival que nunca pudo vencer.

El adiós a un genio roto

El 25 de diciembre de 2022, Uruguay amaneció con una tristeza enorme: Fabián O’Neill había muerto a los 49 años, víctima de una cirrosis hepática.

Murió en el día de Navidad, la fecha en que solía regalar felicidad a su gente.

En su funeral, las canchas del país se llenaron de recuerdos, anécdotas y lágrimas. Porque O’Neill fue más que un jugador: fue un símbolo de lo que pudo ser y no fue.

Zidane, su gran admirador, lo definió alguna vez como “el más talentoso de todos los que conocí”. Y aunque su carrera no llegó a la cima que merecía, su huella quedó en la memoria colectiva del fútbol uruguayo.

La magia seguía en su corazón

Fabián O’Neill fue un genio imperfecto, un jugador que convertía lo imposible en natural. Su vida, llena de luces y sombras, refleja la belleza y la tragedia de quienes nacen tocados por la magia, pero no saben cómo protegerla.

Su historia sigue viva en cada niño que juega descalzo en Paso de los Toros, soñando con llegar a Italia, y en cada hincha que aún repite aquella frase de Zidane:

“El mejor era O’Neill”.

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